viernes, 26 de abril de 2013

Si intervienen suficientes fuerzas, el juicio se puede reanudar.

El mecanismo para revivir el jucio por genocidio de Ríos Montt es y debe ser político. Los méritos técnicos legales tienen poco o nada que ver con ello.

La decisión judicial externa que fue el instrumento para interrumpir el juicio justo cuando estaba a punto de darse el veredicto, ha sido considerada ridícula fuera de la corte por cada experto legal serio que la ha examinado.

Adónde ir a partir de aquí es la decisión del presidente, general Pérez Molina, el ejercito institucional y los oligarcas de los escuadrones de la muerte. Con casi total seguridad en el momento en que escribo esto no han llegado todavía a tomar una decisión.

Por un lado, al disolver el caso, consiguen regocijarse en la impunidad. Piensan que pueden decir, como reza su consigna: “En Guatemala no hubo genocidio”; distribuir calcomanías para el parachoques, como esta mañana, que dicen “Amo al ejercito de Guatemala ” ; y decir, con la hija de Ríos Montt, Zury: “Dios es nuestro abogado”.

Por el otro, les escupen en la cara a los sobrevivientes maya del país, y a los otros reformistas que en todas partes pensaron que algunas de las reglas de Guatemala habrían cambiado.

Para algunos de la elite tal expectoración política puede ser ciertamente divertida, pero puede no estar libre de costos políticos. Incluso para los muy ricos, la extrema autoindulgencia no siempre es exitosa.

Específicamente en esta ocasión podría fallarles si suficientes guatemaltecos protestan, y si suficientes extranjeros, los mismos que devotamente celebraron este progreso del sistema de poder del mundo, culpan ahora con esa misma energía a los gobernantes que lo aniquilaron.

Como bien saben los gobernantes guatemaltecos que con cierta ansiedad toman ahora las decisiones a puerta cerrada, los extranjeros decisivos incluyen a la Casa Blanca y a la embajada de los Estados Unidos, los cuales respaldaron en su momento las matanzas de Ríos Montt, pero luego respaldaron el juicio en su contra.

No hay nada nuevo en ello. Los Estados Unidos con frecuencia abandonan a sus antiguos lacayos. Vean sino a Ferdinando Marcos, Noriega, Saddam Hussein o Muamar Gadafi.

En este caso, el entendimiento por toda Guatemala, inclusive dentro del palacio, era que si Pérez Molina permitía el juicio del lavado de manos, los Estados Unidos –en ese momento con la autoridad de Hillary Clinton—responderían con aún mayor ayuda militar/anti-terrorista/anti-drogas.

Los americanos pensaron que habían alcanzado un acuerdo, pero ahora ya no. ¿Permitirán los Estados Unidos que todo se derrumbe? Podrían hacerlo, por cierto. Para ellos, el juicio fue sólo un ornamento, algo a lo cual aludir y decir cuando fuera necesario: ‘Ya ven, somos realmente pro-derechos humanos’.

No vieron ningún peligro de que el ejemplo se extendiera, que los fiscales de los Estados Unidos empezaran a acusar a los Bush (o algo peor).

Por lo tanto fue un agradable estímulo barato, pero ahora Pérez Molina y compañía han complicado las cosas. Este es el tipo de decisiones a posteriori que los miembros del congreso de los Estados Unidos tienen el poder de conformar. Si intervienen suficientes fuerzas, el juicio se puede reanudar. Si no, los asesinos locales se reirán entre dientes.


Allan Nairn




4/23/2013 01:58:00 AM 
Email Me